Diario de navegación de una semana por la Costa Brava
DIARIO DE UNA SEMANA DE NAVEGACION POR LA COSTA BRAVA ó UN PASEO POR LUGARES DE ENSUEÑO ó UN ANTI JET-LAG.
Duración: Una semana
Distancia recorrida: 120 millas
Palamós – Illes Medes – Cadaqués – Port de la Selva – Palamós.
Domingo 13 de Julio.
Sant Cugat del Vallés, seis de la tarde. Estamos ultimando los preparativos cuando suena el teléfono. Es Joaquím, el propietario de Vela Nómada, la empresa a la cual hemos alquilado el barco. Nos dice que éste ya está a punto y que si lo deseamos podemos embarcar esta misma noche en lugar de mañana, tal como estaba previsto. El barco, un Bénéteau Oceanis 311 Clipper de 9,85 metros de eslora, se llama Antull dos y está amarrado en el Club Náutic Costa Brava de Palamós. Por supuesto decimos sí y a las ocho de la noche ponemos rumbo, por carretera, a Palamós.
El barco es precioso y está muy bien cuidado. Cargamos los trastos y pasamos la primera de siete maravillosas noches. Siete noches en que dormiremos acompañados del balanceo y de los miles de ruiditos que un barco y el viento pueden generar.
Lunes 14 de Julio.
Fredi, como será habitual durante toda la semana, se levanta a les siete y empieza a leer el manual del GPS, enciende la radio, consulta la meteo y estudia la carta. En resumen, hace ruido y café.
A las nueve aparece Joaquím y nos explica el funcionamiento del barco. Hacemos las últimas compras y a las doce largamos amarras. La salida es muy fácil y parecemos auténticos navegantes. Dentro de una semana comprobaremos que el atraque de popa en este amarre es bastante más difícil de lo que ahora pensamos.
Palamós, que desde el siglo XVIII es uno de los grandes puertos de comercio de la Costa Brava, y fué incluso asaltado por el pirata Barbarroja en 1543, es actualmente un inmejorable punto de partida para travesías por la Costa Brava y hacia las Islas Baleares.
Sólo salir del puerto izamos las velas y ponemos rumbo al Norte con un viento muy agradable que cogemos por el través. Navegamos paralelos a una milla de la costa para no tener problemas con rocas o bajos y hoy pensamos ir a dormir al puerto de L’Estartit que está a 14 millas.
No hay una sola nube en el cielo, el barco va de maravilla aunque las velas no estén muy bien trimadas y la tripulación en lugar de ajustarlas se dedica a tomar el sol.
Neus y Jeremy nunca habían navegado en un velero. Laura, algunas veces como tripulante y Fredi, el patrón, que posee el título de Capitán de Yate, tiene algo más de experiencia. Teoría mucha, práctica poca, piensa mientras lucha por desenredar una vuelta mordida.
Aunque las horas de navegación de los cuatro intrépidos navegantes sea poca, la ilusión es inagotable, y así, dejamos las Illes Formigues y el Cap de Sant Sebastià por babor viendo desfilar un paisaje increíble: calas de aguas transparentes, acantilados impresionantes, pueblos de pesebre y pinos que llegan hasta el mismo mar. A la altura del Cap de Begur bajamos velas y con la impresionante vista de les Illes Medes, nos pegamos el primero de los innumerables baños que jalonarán esta semana y preparamos la primera comida en un lugar donde todo se mueve menos la cocina.
Después de la siesta reglamentaria vemos que hemos derivado mucho y que es hora de dirigirnos a puerto. Estamos cansados, felices y salados. Soñando con una buena ducha y una buena cena.
Es el momento de las comunicaciones. Laura ha sido nombrada encargada de la radio a perpetuidad y demuestra una gran destreza, o una gran suerte, pues contacta con el Club Nàutic Estartit a la primera, utilizando el número de repeticiones y vocabulario exacto, tal como lo dicen los manuales. La respuesta ya no nos gusta tanto, pues nos dicen, sin mucha simpatía, que está todo lleno y que no se nos ocurra ni entrar, no hay ningún amarre libre.
Son las seis de la tarde, el puerto más próximo en dirección Norte es el de L’Escala y como no queremos llegar de noche, no queda otra alternativa que fondear y escogemos Cala Montgó que está a unas pocas millas al N. Parece ser que hoy toca aprenderlo todo de golpe!.
Bordeamos el Parque Natural de las Illes Medes, admirando sus caprichosas formas y sus cristalinas aguas, llenas de enormes y protegidos peces, a la luz del atardecer. Volvemos a navegar a vela hasta que nos damos cuenta que a esta velocidad nos tocará fondear a oscuras. Ponemos motor y a eso de las ocho entramos en Cala Montgó. Lugar paradisíaco y muy bien protegido. Evidentemente los mejores sitios de fondeo están ocupados, empezamos a dar vueltas buscando un hueco y donde nos parece mejor echamos el ancla.
Nos damos una ducha escasa pues ahora hay que economizar batería y luego Neus prepara unos spaghetti a l’arrabiatta, Laura hace un dibujo del barco contra el que posiblemente “chocaremos” esta noche, Fredi escribe el libro de bitácora y Jeremy intenta aprender catalán a marchas forzadas leyendo “Tintin al Tibet”.
Hechos polvo nos vamos a dormir confiando en que el ancla aguante y no nos despertemos en medio del mar: mal, o contra el acantilado: peor.
Martes 15 de Julio.
Eureka!, seguimos en el mismo sitio. Nos despertamos a base de un buen chapuzón, y mientras almorzamos, calculamos el rumbo e intentamos escuchar, sin éxito, el parte meteorológico, va bajando la niebla.
Hemos decidido que hoy iremos hasta Cadaqués cruzando el golfo de Roses. Terrible error, en unos minutos nos encontramos envueltos en una niebla espesísima. La visibilidad debe ser menor de 5 metros y ya no nos atrevemos a volver, así que a mínima velocidad ponemos rumbo 35º. Todo va bien durante un par de horas, e incluso es emocionante, hasta que sin haber visto ni oído nada nos cruza, a 10 metros por la proa, un pesquero de considerables dimensiones. Ya no es emocionante, nos asustamos de verdad y nos ponemos los chalecos salvavidas.
El siguiente barco de pesca lo oye Neus, que ahora está en la proa vigilando, unos segundos antes que nos aparezca por babor y nos cruce por la popa. Aunque confiamos en que ellos sí nos ven por el radar, decidimos dejar la travesía del golfo de Roses para mañana y cambiamos el rumbo para dirigirnos a L’Escala. La niebla sigue siendo muy espesa y gracias al GPS no aparecemos en Ciudad del Cabo, aunque casi nos comemos una plataforma pesquera que no figura en la carta. Nuestro aspecto es de lo más cómico: en bañador y con los chalecos puestos, aunque nadie tiene humor para ir a buscar la cámara e inmortalizar la situación.
Los dioses se apiadan de nosotros y al cabo de otra hora más, la niebla empieza a levantarse y podemos ver el contorno de la costa y las casas del pueblo de L’Escala. Respiramos aliviados y rezamos para haya algún amarre libre. Esta vez hay suerte y a la una del mediodía atracamos, bajo un sol radiante, en el Club Náutic L’Escala. Hemos navegado en medio de la niebla más de tres horas. El marinero que nos ayuda en el amarre nos dice que esta situación es habitual en condiciones anticiclónicas y que la niebla se levanta hacia el mediodía.
El parte, colgado en el Club Náutico, indica para mañana un día parecido al de hoy. Decidimos salir, lógicamente, cuando la niebla se haya levantado e ir a fondear a Cadaqués.
Esta noche casi no podemos dormir por el calor asfixiante.
Miércoles 16 de Julio.
Mañana tranquila esperando que mejore la visibilidad. Hablamos por teléfono con un amigo nuestro, meteorólogo, que nos dice que está previsto que hoy por la tarde entre una buena tramontana, o sea que si no queremos quedarnos en L’Escala tenemos que ponernos en movimiento.
Salimos del amarre con una maniobra no muy ortodoxa, que por suerte nadie ve, y con un sol espléndido, el mar en calma y un mistral fuerza 4, cruzamos el golfo de Roses dando bordadas y disfrutando como locos de la navegación.
Cuando estamos a la altura del Cap de Norfeu el viento empieza a subir. Ahora es tramontana declarada y nos viene exactamente por la proa. Dejamos de hacer regatas, bajamos velas, y una hora más tarde entramos, a motor, en la preciosa bahía de Cadaqués. Esta entrada por mar es un espectáculo inolvidable. Las montañas enmarcan totalmente las casas blancas y la iglesia de aspecto marinero. No hay ninguno de los enormes y habituales edificios de apartamentos que afee este decorado.
Cadaqués, patria de contrabandistas y navegantes que hacían las Américas, es un perfecto fondeadero, protegido de la temible tramontana, repleto de boyas de amarre. Nos enganchamos a la que nos gusta más y mientras estamos celebrando el día con unas cervezas viene el propietario de la boya en una zodiac… Con la siguiente boya tenemos más suerte, nadie nos echará durante los dos días que estaremos fondeados. Suponemos que debe de haber algún tipo de servicio oficial al respecto, pero por el canal 8 sólo nos enteramos de problemas parecidos a los nuestros.
Baños, cerveza, macarrones a la bolognesa y siesta.
Ahora toca otra maniobra: si queremos ir a tierra hay que hinchar la zodiac e instalar el motor. Con menos dificultades de las esperadas lo conseguimos, aunque resulta ser sólo un poco más grande que una piscina de plástico de juguete. Con el humor presidiéndolo todo y los pantalones en la mano, subimos a bordo sin caernos al agua y cuando enfilamos hacia tierra nos encontramos de frente con la procesión de la Verge del Carme. Un montón de pesqueros saliendo y nosotros entrando con nuestra piscina a motor…
Pasear por Cadaqués es un placer: Callejuelas que se retuercen entre casas blancas con flores en las ventanas, miradores que dan directamente el mar, tiendas de ropa y artesanía, gatos insolentes y, quizás porque estamos contentos de estar aquí, poco agobio de turistas.
Después de una buena cena, en uno de los muchos restaurantes y fondas del pueblo, subimos al chinchorro, que aún está en su sitio, y tras descubrir, estupefactos, que nos teníamos que haber llevado una linterna, conseguimos encontrar nuestro barco tras media hora de dar vueltas entre las boyas.
Hoy dormimos de maravilla, la tramontana, que sigue subiendo y silba entre los obenques, ha refrescado el ambiente y limpiado el cielo. La vista del pueblo iluminado, que contemplamos desde cubierta, es sobrecogedora.
Jeremy ha acabado “Tintin al Tibet” y empieza “Vol 714 a Sydney”. Lógicamente, pues él es australiano.
Entrando en la bahía de Cadaqués.
Jueves 17 de Julio.
La meteo ha anunciado tramontana fuerte al Norte del Cap de Creus, a 3 millas de Cadaqués, que es precisamente el que queremos doblar. Y aunque no es el Cabo de Hornos, sí es uno de los puntos más delicados del litoral Este de la Península. Totalmente desaconsejable para tripulaciones novatas y con las condiciones meteorológicas actuales.
Así que hoy toca relax, baños y compras.
Jeremy se ha convertido en un experto en la navegación con el chinchorro y nos lleva a una pequeña cala solitaria donde disfrutamos del sol y del mar. Volvemos al pueblo a comprar comida y hielo, pues es el segundo día con la nevera desconectada y más tarde hacemos otro viaje para las últimas compras y la última cerveza.
Nuestro meteorólogo particular nos anuncia para mañana una disminución importante de la intensidad de la tramontana, así que ponemos un poco de orden en el caos que hemos conseguido crear en el interior del barco y nos vamos a dormir ilusionados con la jornada que nos espera.
Viernes 18 de Julio.
Baño ritual y último viaje con el chinchorro a Cadaqués a comprar pan, luego lo desinchamos y, misteriosamente, lo plegamos con bastantes más dificultades que en el montaje.
A las once de la mañana salimos. Aún sopla algo la tramontana, pero ahora es perfectamente controlable. La utilizamos para, dando bordos y con todas las velas desplegadas, acercarnos al Cap de Creus. Lo doblamos, dejando el islote de la Maça d’Oros por babor, bajo un cielo purísimo, en silencio, sintiendo el rumor del agua bajo la quilla y el de nuestros pensamientos. La vista, desde el mar, del faro y de las montañas de este rincón tan mineral e inhóspito, tan bello, nos ha dejado sin palabras.
Curiosamente para nosotros, pues seguro hay una explicación, al Norte del Cap de Creus no sopla ni una gota de brisa. Nos quedamos un buen rato admirando el paisaje y dejando que el barco haga lo que le parezca.
El Port de la Selva, importante puerto pesquero, no está muy lejos, unas 6 millas, y el hambre y las ganas de darnos una buena ducha hacen que pongamos motor y tranquilamente nos acerquemos a este hermoso pueblo.
Dado que es temprano no tenemos ninguna dificultad en conseguir amarre. Los del Club Nàutic Port de la Selva se lo tienen muy bien montado: el pantalán para transeúntes está situado de tal manera, que hasta el más incompetente de los patrones no debería tener ningún problema con la maniobra.
Al lado mismo de las instalaciones del Club Náutico hay unas playas preciosas, donde nos ponemos un poco más de sal encima antes de la ansiada ducha.
Port de la Selva tiene una belleza parecida a Cadaqués: casas blancas, casi total ausencia de edificaciones altas, su bonito puerto de pesca, rodeado de montañas y presidiéndolo todo el monasterio de Sant Pere de Roda. Y como en Cadaqués, turistas poco ruidosos.
Casi hemos perdido la noción de los días y después de deliberar unos minutos descubrimos que es viernes, lo cual nos lleva a dos importantes conclusiones. La primera es que hoy es la onomástica del patrón, así pues, cena de gala. La segunda es que mañana tenemos que poner proa al Sur, pues debemos devolver el barco en Palamós como máximo el domingo por la tarde,
Según la planificación, ahora deberíamos estar en Llançà después de haber llegado ayer hasta Portbou y tomado el camino de regreso. No hemos cumplido absolutamente ni uno de los calculados planes, que en las largas tardes de invierno habíamos trazado. Las circunstancias, la meteo, nuestras propias decisiones nos han ido marcando el rumbo. Un rumbo errático y maravilloso, sin relojes, sin prisas, sin obligaciones.
Port de la Selva. Limpiando el barco
Sábado 19 de Julio.
La panadería está cerca y hoy desayunamos croisants recién salidos del horno.
Salimos pronto, a las nueve, pues queremos hacer de una sola tirada toda la vuelta, 50 millas, e ir a fondear esta última noche a Cala Castell, ya muy cerca de Palamós. Tenemos todo el día de navegación por delante y ni una sola nube en el cielo.
El viento es poco pero suficiente para ir a vela. Pasamos cerca de la costa para despedirnos de estos increibles parajes y lentamente nos acercamos al Cap de Creus, donde incluso nos atrevemos a doblarlo pasando entre los islotes de la Maça d’Oros y L’Encalladora.
Rumbo sur dejamos Cadaqués, a lo lejos, por estribor y cuando empezamos a cruzar el golfo de Roses el viento cae por completo. No hay más remedio que poner el motor si queremos cumplir el plan previsto. Esta travesía del golfo en línea recta es impresionante, en el punto más ancho la costa más próxima está a 10 millas. El piloto automático nos lleva mientras cocinamos… unos macarrones.
La calma total que tenemos desde hace unas horas se acabará pronto. El mar quiere despedirnos a su manera y cuando tenemos las Illes Medes a unas pocas millas por la amura de estribor empieza a levantarse el Garbí. Ilusionados paramos el motor, ponemos velas y a los diez minutos las bajamos rápidamente. Ahora sopla con fuerza 7 y curiosamente, siempre que lo hace con esta intensidad, nos viene de proa directa. Llevamos siete horas navegando y estamos cansados para empezar a ceñir a rabiar. Continuamos a motor. Las olas cada vez son más altas y el viento sigue subiendo. Quitamos el piloto automático para poder coger mejor las olas, pues estamos dando unos pantocazos terribles y totalmente empapados.
Precisamente Cala Castell, donde pensábamos dormir hoy, es un magnífico lugar de fondeo, protegido de todos los vientos, excepto el Garbí. Mala suerte, hoy toca, llegar hasta Palamós.
El paso entre las Illes Formigues y la costa es bastante delicado, estrecho y con rocas a ambos lados, pero lo cruzamos, rezando y con la vista clavada en la sonda, ya que no tenemos energias para dar la vuelta necesaria para dejarlas por estribor.
Entramos en el puerto de Palamós y vamos directos al Club Nàutic Costa Brava.
Cuando bajamos a tierra todo sigue moviéndose, llevamos más de diez horas de navegación. Ninguno de los cuatro nos hemos mareado ni una sola vez y ahora estamos muy cerca de conseguirlo.
Después de una buena ducha y unas magníficas gambas de Palamós, y dado que el parte para mañana es nefasto, decidimos dar por finalizada nuestra “vuelta al mundo” y nos disponemos a pasar la última noche embarcados.
Domingo 20 de Julio
Para variar, Fredi se levanta a las siete y media y se bebe solito una cafetera mientras actualiza el libro de bitácora y calcula los gastos generales, descubriendo con placer que no son excesivos. De fondo Vinicius de Moraes intenta que la tripulación tenga un dulce despertar.
Después del último desayuno a bordo y tras algunos ejercicios de funambulismo, conseguimos descargar el barco sin que nadie ni nada se caiga al agua. Curiosamente, ahora no cabe todo en el maletero del coche y aunque inmediatamente aparecen cuatro voluntarios para quedarse en Palamós, decidimos hecharle la dosis habitual de buen humor y finalizar el viaje los mismos que lo empezamos.
Jeremy tardó 20 horas en recorrer 12.000 millas desde Sydney a Barcelona, los cuatro juntos hemos hecho 120 millas en 6 días. Un verdadero anti jet-lag, un placer, un sueño.
Travesía efectuada de los días 14 al 19 de Julio del 2003.
Texto: Frederic Callado. Fotografías: Jeremy Davies.