De Gran Canaria a Antigua, noviembre 2012
Domingo 11 de noviembre de 2012
Son las seis de la mañana. Estoy en el aeropuerto de Barcelona esperando embarcar con destino Gran Canaria. He dicho embarcar y es verdad, pero el embarque verdadero será muy pronto, cuando con un velero ponemos proa, desde Gran Canaria a Saint Martin, en el Caribe, al otro lado del Atlántico.
Todo comenzó a finales de octubre, cuando Quim Gispert, en el transcurso de una excursión que hacíamos por las montañas de Núria, me dijo que iba a hacer la travesía del Atlántico en velero. Él es dueño de una empresa de alquiler de veleros en Palamós, Vela Nómada, y un cliente suyo, un chileno llamado Manuel había comprado un velero y quería hacer la travesía del Atlántico. Naturalmente le dije si hacía falta un tripulante. Me explicó que la tripulación ya estaba completa, además del propietario del buque, Manuel, iban él mismo y Jordi, gerundense y experto capitán.
Así quedó la cosa, cuando el lunes 5 de noviembre suena el teléfono en casa mientras estamos preparando la cena. Se oye muy mal, es Quim vía satélite. Están navegando cerca de las costas de Marruecos hacia Canarias. Salieron de Almería hace unos días y, ciertamente bien sacudidos, Manuel les dice que desembarca en Gran Canaria y que busquen un nuevo tripulante, él vuelve a Chile y ya irá a Saint Martin en avión.
Así pues el nuevo tripulante, yo, está en camino.
Seremos tres a bordo, todos con experiencia de mar, aunque la travesía sólo la ha hecho Jordi, eso sí, cinco veces, esta será su sexta. Será el capitán. Quim, ingeniero y experto navegante, será el táctico. Con sus conocimientos y habilidad manual nos salvará de más de una situación comprometida. Yo haré de cocinero, trabajo no menos importante.
El vuelo a todo gas, llegamos media hora antes. El taxi me deja al lado del pantalán del Puerto Deportivo de las Palmas, donde está amarrado el velero, el Rafalú. En ese preciso momento Manuel, Jordi y Quim se van a hacer una excursión de todo el día por Gran Canaria. Tras las presentaciones decido quedarme, para estirar las piernas en Las Palmas, y familiarizarme con el barco.
Es un Jeanneau 57 de 18 metros de eslora y 5 m de manguera, nuevo de hace 6 meses y equipado con todo lo que se pueda pagar con dinero: dos mayores enrollables al palo, dos Génova, una trinqueta con enrollador, un Genaker con enrollador, un tangón, electrónica de última generación, 2 pilotos automáticos, radar interior y exterior, 6 winches eléctricos, enrollador de génova eléctrico, potabilizadora, generador, hélice de repuesto plegable, molino de viento… Y el interior parece un apartamento de lujo: equipo de música interior y exterior, 2 TV, 2 neveras, congelador, microondas, lavavajillas, lavadora, encimera vitrocerámica, WC eléctricos, 2 grupos de calefacción, 4 máquinas de aire acondicionado. Incluso el suelo está enmoquetado, de blanco! Ya sufriremos por no ensuciarlo.
El pantalán donde está amarrado el Rafalú está lleno de veleros absolutamente impresionantes, quizás no tan lujosos como el nuestro pero sí más marineros. Están aquí para participar en una regata transoceánica, la ARC, con un recorrido muy parecido al nuestro y que saldrán una semana más tarde, esperemos que no nos atrapen…
Voy a dar una vuelta por Las Palmas. Es una ciudad llena de turistas y sin ningún tipo de personalidad, además se pone a llover.
Cuando vuelven de la excursión vamos a cenar a un chiringuito del puerto y volvemos con la ropa con peste a humo y frito. A la hora de dormir me toca el sofá de babor, donde prácticamente dormiré toda la travesía, pues Manuel nos ha prohibido utilizar su cabina y las otras dos las ocupan Jordi y Quim. Cuando estemos en pleno bullicio, se demostrará que este sofá es uno de los mejores lugares para dormir.
Lunes 12 de noviembre
Todo el día preparando el barco, cargamos 12 bidones de 20 litros de gasóleo cada uno y como el timón tiene una cierta holgura, se debe quitar el Rafalú del agua para que se lo miren los técnicos de Jeanneau.
Después de comer Manuel se va a Chile y nos da las últimas órdenes, que se resumen en dos: prohibido romper nada y prohibido salir hacia el Caribe sin el visto bueno del técnico de Jeanneau respecto al timón. Posteriormente ya veremos el montón de problemas que dará a todos lo del timón.
Sacar el Rafalú del agua es mucho más fácil de decir que de hacer. La maniobra es muy y muy delicada, se trata de meter el barco entre dos paredes de cemento desnudo y además hace bastante viento. Finalmente, y tras sufrir un rato, gracias a la pericia de Quim en la rueda, el travelift levanta el barco y lo deja en el suelo. El técnico de Jeanneau, que se llama Martin, inspecciona el timón y dice que no es importante, con una pequeña reparación quedará listo. Volvemos el Rafalú al mar sin ni un rasguño y vamos a cenar. Esto me trae a la cabeza una frase que nos repetía constantemente el profesor cuando yo estudiaba para capitán: “Lo más importante de todo es no salirse de lo mojado”.
Martes 13 de noviembre
Mañana queremos salir sí o sí.
Quim sube al palo e instala la veleta, Martin hace sus reparaciones y también viene el del generador a hacer la revisión.
Hago inventario de toda la comida y bebida que hay, hago una lista de veinte menús diarios, lo comentamos los tres y traslado las comidas a productos y cantidades y así sale una lista de la compra que no está mal.
En el Rafalú también hay dos bicicletas, después de comer cojo una y me voy al Hipercor que está en el centro de Las Palmas. Divertidísimo lo del súper. Sólo llegar pido si me llevarán la compra, inmensa, al Rafalú. Me dicen que sí, pero si lo quiero para hoy (mañana salimos por la mañana y además es huelga general) tengo una hora para comprarlo todo. Es necesario que vaya deprisa a llenar los carros. Empiezo y enseguida veo las dificultades, o mejor dicho, no veo nada, pues sólo llevo las gafas de sol, y sin gafas no veo tres en un burro. Recorrer los pasillos a oscuras y con una distribución que no corresponde al súper de Sant Cugat es una verdadera prueba. Finalmente con cuatro carros llenos hasta arriba llego a caja. Aquí no se sorprenden de nada, esto es habitual, hay muchas tripulaciones que hacen su compra. Lo que deja la chica de la caja con cara de estupefacción es que no he cogido ni una gota de alcohol, ni cervezas ni whisky, nada de nada. Con la promesa de que lo llevarán hoy al Rafalú voy a comprar una olla a presión. Conseguidos todos los objetivos ha oscurecido. Tengo que volver al barco en bici, a oscuras y con una olla a presión a una mano. Consigo llegar de una pieza y nos ponemos a instalar la capota. Llega el del súper y comienza a descargar cajas y más cajas: desempaquetado, ordena, estiba. No cabe todo y utilizamos la cabina de Manuel como almacén. Al final sólo nos dijo que no durmiésemos…
Cenamos en el restaurante del puerto, esperamos que por última vez, con los portátiles en la mesa mirando las previsiones meteorológicas, que no parecen malas.
Miércoles 14 de noviembre
Toda la mañana atareados haciendo las últimas compras y dejándolo todo a punto.
Son las 13.00h cuando, finalmente, deshacemos los amarres y salimos del puerto. Ahora toca bordear la costa de Gran Canaria por el este hasta prácticamente el sur de la isla. Allí ponemos proa al 20/30. Este es el punto de la carta donde se cruzan el paralelo 20º N y el meridiano 30º W, está al NW de Cabo Verde, a unas 900 millas de donde estamos y es una referencia para todos los que quieren “hacer” la Atlántico, pues, dependiendo de las condiciones, allí ya pueden estar establecidos en alisios.
Vamos a motor, no hay nada de viento y la mar bastante movida. Hacemos rumbo 250º.
Me estreno como cocinero a bordo y la olla a presión se estrena conmigo. La he cerrado mal y nos obsequia con una buena ducha de vapor. La cocina y todos los alrededores han quedado empapados, curiosamente los macarrones han quedado perfectamente al dente.
La tarde es distraída, para empezar no arranca el generador. Quim mirando los planos del Rafalú y las conexiones eléctricas descubre un fusible muy escondido que ha tenido a bien saltar debido al géiser de la olla a presión. Después, probando unos aparatos personales de MOB, de golpe se pone a sonar un estridente silbato de alarma de hombre al agua. Nos miramos y constatamos que seguimos siendo tres, por lo que nadie ha caído por la borda. El pitido no para hasta que Quim, armado con un destornillador desmonta la mitad de los instrumentos de la mesa de cartas y consigue detenerlo. Es una mina llevar un ingeniero a bordo, pensamos ahora, sin saber, lo que será capaz de hacer más adelante.
Vemos la primera de una serie de puestas de sol espectaculares. Hace frío, llueve, pero con la capota cerrada está bastante bien. Nadie mareado.
Establecemos los turnos de guardia de noche, que ya no moveremos durante toda la travesía. Serán de dos horas cada uno, empezando por mí, después Jordi, después Quim y vuelve a empezar.
Medio dormido, durante el turno de Quim, siento que izan las velas y el Rafalú empieza a escorar fuertemente a babor. Todo empieza a volar por los aires y caer al suelo.
Ahora tenemos el viento del N-NW y este divertimento durará hasta que encontramos los alisios, entonces con viento del NE-E, pasaremos a tener movimiento lateral.
Ahora ya vemos claramente que el Rafalú es muy lujoso pero no muy pensado para este tipo de travesías. De tres cabinas la única donde se puede dormir sin ir por el suelo es la de Jordi.
Jueves 15 de noviembre
Muchas nubes. No podemos ver la salida del sol.
Para desayunar cada uno se prepara lo que quiere y cuando quiere. Jordi y Quim se destapan como grandes devoradores de galletas y chocolate. El resto de las comidas las hacemos todos juntos.
Seguimos a vela con viento de 25 nudos, bastante estable, por lo tanto izamos el Genaker y conseguimos hacer una velocidad de 9 nudos.
Uno de los temas más importantes, las previsiones meteorológicas, está a cargo de Josep, hermano de Quim, que desde Palamós y cada día, estudiará, interpretará y confeccionará la previsión para nosotros.
A las 12:00 h apuntamos los datos en el cuaderno de bitácora. En un día hemos hecho 160 millas.
El mar está muy muy movido y se hace difícil cocinar, moverse y hacer cualquier actividad que no sea estar tumbado. Estirado, evidentemente, al lado de babor. Esta amura será la preferida por los tres a lo largo de todo el viaje.
Empezamos a establecer rutinas, como el té de la tarde, las fotos de las puestas de sol y otras que irán viniendo como el chocolate caliente de los domingos.
Esta tripulación parece patrocinada por la liga de marineros anti-alcohólicos, no bebemos ni beberemos ni una gota de alcohol durante toda la travesía. No por que no haya, pues Manuel lleva provisiones en la bodega, sino porque no nos hace falta.
Al atardecer cae totalmente el viento y vamos a motor hasta la madrugada.
Viernes 16 de noviembre
El día comienza con sol. Ponemos rumbo 220º para ver si cogemos un poco de viento, aún así es poco, pero con el Genaker vamos haciendo.
Hemos hecho 145 millas.
Llevamos un par de teléfonos vía satélite. Con el de Quim podemos conectarlo al ordenador y disponer de correo electrónico, eso sí, muy lento, muy caro y con muchos problemas.
El otro teléfono es de Manuel. Cada día, desde Chile, nos llama un par de veces, para saber si todo va bien. Hoy le ha espetado una de buena a Quim: “Banda de huevones, yo aquí trabajando para que ustedes estén disfrutando del barco” …
Pasamos el día leyendo, escuchando música y cambiando y trimando las velas.
Josep, desde Palamós nos pasa la previsión meteorológica. Hoy nos dice que no hay ningún ciclón a la vista y que los alisios están establecidos más al sur del paralelo 16, esto implica bajar más allá de Cabo Verde.
Me atrevo a hacer una tortilla de patatas para cenar. A pesar del movimiento me sale buenísima, nos chupamos los dedos.
El viento ha ido rolando del NW al NE, y esta noche, a toda vela, hacemos una buena media de 8 nudos.
Sábado 17 de noviembre
Por primera vez tiramos la caña y al poco rato ya ha picado una lampuga de buen tamaño, que nos comeremos para almorzar.
Pasamos la mañana instalando el tangón y entonces navegamos a orejas de burro. Hacemos 7 nudos.
Muy lejos por la aleta de estribor vemos la silueta de un petrolero, será uno de los pocos signos de vida que veremos a lo largo de todos los días.
Son las doce, hemos hecho 160 millas.
El mar es de un color azul eléctrico que no habíamos visto nunca.
El aparato de música del salón tiene unos altavoces en la bañera. Nos pasamos la tarde leyendo y oyendo ópera, acompañada por ruido del mar y del viento en las velas.
Recibimos la predicción diaria de Josep. Confirma que los alisios no se establecerán hasta dentro de seis días y muy al sur. Continuamos pues hacia abajo.
Todo es tan automático en este barco que se gasta una cantidad brutal de energía para mantenerlo en marcha. Necesitamos cada día poner en marcha el generador o unas horas de motor para tener las baterías cargadas.
Evidentemente las maniobras más complicadas son de noche. Es oscuro y seguimos navegando con todas las velas desplegadas, cuando a media noche el viento sube hasta 30 nudos. Hay fuerte marejada con olas de 4 metros del norte. Dentro es exactamente igual que una coctelera. Para no romper nada, con pijama y frontal reducimos el velamen, dejamos sólo la trinqueta y la mayor con dos rizos y también quedamos bastante empapados.
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Por gentileza de Frederic Callado
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